La mejor época para los gimnasios es cuando llega el calor. Parece que tuviéramos un chip incorporado que nos dice que en este período –después de haber invernado por un tiempo– debemos recuperar la figura para poder lucirla con ropa más holgada y trajes de baño. Entonces resulta que muchos deciden tener un régimen ‘’saludable’’ por unos meses. Después, cuando pase el verano, todo vuelve a la “normalidad”. En este ambiente es muy común ver a jóvenes fascinados con algún suplemento que infle sus músculos en un par de semanas, a la par de sospechosos entrenamientos que implican tardes enteras levantando fierros, a veces sin supervisión.
Lo que hay que tener muy claro es que el consumo extra de proteínas y aminoácidos no es necesario e incluso puede ocasionar alteraciones en el organismo, un incremento del ácido úrico, daños a los riñones y descalcificación de los huesos. La ingesta diaria de proteínas dependerá del peso de la persona. Los que llevan una vida activa y realizan algún tipo de entrenamiento, no deberán superar los 2 gramos por kilo al día. Es decir, una persona de 80 Kg, deberá consumir diariamente 160 gr de proteínas por día. Para una persona sedentaria, la cifra se reduce a la mitad. Para lograr un aumento de la masa muscular, la clave está en una correcta alimentación que cumpla con los requerimientos diarios, combinado correctamente con un programa de entrenamiento específico y supervisado. Las proteínas por sí solas, no aumentan la masa muscular; ellas no hacen magia. Los efectos suplementarios de algunos tipos de proteínas han sido bien demostrados, pero si se las consume con la adecuada dosificación supervisada por un profesional de la nutrición y no por la insistencia de un experto del marketing.
Artículo publicado en el Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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