
Cuando hacemos ejercicios nos gusta ver el sudor chorreando por nuestro cuerpo. Mientras más sudor, nos parece que los resultados han sido mejores. Y para sudar más, nada mejor que envolvernos con todo tipo de buzos, chompas y fajas térmicas. Nos empilchamos como un tamal
y salimos a correr, conscientes de que hay que transpirar mucho para quemar más grasa.
Lamento decirles que todo ese sufrimiento y esos litros de sudor derramados han sido en vano, pues sudar mucho no significa que estemos quemando grasa. Nuestro cuerpo utiliza el 70 por ciento de la energía total para mantener la temperatura constante a 37 grados, por lo tanto, le significa un esfuerzo extraordinario tener que luchar contra la subida
de temperatura que ocasionan esos incómodos ropajes. Lo único que conseguiremos es agotarnos más rápidamente y abandonar el trote a los pocos minutos. Además, cuando transpiramos estamos perdiendo líquido y el organismo también requiere de energía para compensarlo y evitar el riesgo de deshidratación.
Para reducir grasa la actividad física debe ser constante y prolongada. Nuestro cuerpo comienza a requerir la grasa como energía de reserva después de media hora de ejercicio, lo que no quiere decir que antes de ese tiempo no haya sido utilizada. La ventaja es que aproximadamente después de 30 minutos se quema grasa en forma exclusiva, además de que el corazón es beneficiado enormemente. Lo importante cuando hacemos ejercicio es que estemos bien hidratados y cómodos. No por nada los maratonistas utilizan esos shorts y camisetas diminutos que le facilitan el trabajo al organismo en el mantenimiento de la temperatura y ayudan a optimizar el uso de la energía para correr más y por supuesto, quemar más grasa, que es lo que nos preocupa. Deshágase de prejuicios, de todas esas fajas y salga a correr.
Artículo publicado en el Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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