jueves, 9 de agosto de 2012

¿Prohibir la Coca Cola?


A pesar de que no tomo soda, no me cae nada bien aquello de andar prohibiendo cosas al troche y moche y menos cuando no existen buenas alternativas para reemplazar a la Coca-Cola. Un mocochinchi, que además es mucho más caro, tiene tanta o más azúcar que cualquier gaseosa y si hablamos del valor nutritivo y otros tuticuantis, no me atrevería a hacer ninguna apuesta.
Además de que nos quedaríamos sin manera de “cholear” la cerveza o preparar una “cubita” ¿qué pasaría si corren a la Coca-Cola del país? Es obvio que nadie va a reemplazar la soda por agua de linaza, chicha de sésamo o alguna bebida realmente nutritiva y saludable. Además, si sacan del mercado a una marca, las otras tratarán de suplantarla con un producto similar. No me imagino a nadie en la Cañoto acompañando su cuarto de pollo con un jugo de papaya, aunque en verdad deseo que las futuras generaciones aprendan otros hábitos de nutrición, porque tanto el pollo como las gaseosas y las hamburguesas nos están matando.
Pero aun así sigo siendo enemiga de prohibir. Eso no resuelve nada y menos con los niños, a quienes es urgente cambiarles el chip de la soda, los caramelos y otras chatarras. Siempre es mejor enseñar que prohibir y obviamente, el mejor profesor es el ejemplo. Un chico que nunca ve a su padre tomando agua, lógicamente se inclinará por “la coca”. La prohibición los incitará a la rebeldía y esa es mucho más peligrosa, porque corremos el riesgo que se vuelva obsesión. Si lo que se busca es que los bolivianos cambiemos nuestros hábitos de alimentación por cuestiones de salud (no por ideología barata), no hay otra salida que la educación y la promoción de hábitos saludables. Además, un majadito, por más boliviano que sea puede ser dañino para la salud.

Artículo publicado en el Diario El Sol
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia

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