
Ha causado furor en el mundo pedagógico el documental “La educación prohibida”, una crítica a las bases del sistema educativo y el planteo de la necesidad de cambiar de paradigma que respete la espontaneidad de los niños en la escuela y las formas propias que ellos tienen para aprender, muy distintas a la imposición, el reglazo y el método de “tragar” y memorizar datos. El objetivo es acabar con la competencia y el autoritarismo que han dominado los salones de clase. ¿Y en la educación física cómo andamos? Siempre recordamos esta materia como “la hora del juego”. ¿Recuerda cómo saltaba y gritaba cuando llegaba el profe de “física”? Es la hora en la que descansamos y dejamos de “aprender”, que es sinónimo de dolor y sufrimiento. ¿Pero es que no hay nada que aprender en educación física? Yo creo que sí y no necesariamente técnicas y reglas deportivas.
Veamos un ejemplo. Usted no contrata un experto para que le sume los gastos de la casa o le escriba una carta a un amigo. Eso lo aprendió en la escuela, en las clases de matemática y lenguaje. Pero nadie sabe hacer ejercicios físicos si no es con la ayuda de un entrenador o un gimnasio. Cómo puede ser que necesitemos a alguien para que nos enseñe a respirar, a correr o a hacer abdominales. Hemos pasado doce años con una materia obligatoria y no sabemos ni lo básico. Es como salir bachiller sin saber leer ni escribir, sumar y restar. Cualquier persona que asistió a la escuela debería conocer ejercicios de estiramiento, de calentamiento y un sinfín de cosas que nos ayudarían a mantenernos en forma, para no quejarnos tanto de la obesidad, el sedentarismo y los problemas de salud. “Mente sana en cuerpo sano”, es una vieja premisa que sigue fallando y la educación debe hacer su trabajo.
Artículo publicado en el Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Artículo publicado en el Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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