Siempre hay una buena excusa para no hacer ejercicios: falta de tiempo, mucho trabajo, los hijos, la casa, etc. Sobran las horas para estar sentados frente a la computadora, a veces viendo tonterías y no quedan ni 30 minutos, cuando menos, para salir a caminar. Como la conciencia es cruel, al igual que el espejo y la panza… que no perdona ni un gramo, algunos tratan de compensar el sedentarismo con agotadoras sesiones de fin de semana. Creen que ir a sudar la gota gorda el sábado es mejor que nada, sin saber que, desde ya, están poniendo sus vidas en peligro al sobrecargar el corazón y exponerlo a un infarto. Hacer ejercicio una vez por semana, por más intenso que sea, no ayuda a compensar el tiempo perdido y nuestro cuerpo tampoco asimila los beneficios del movimiento. Se considera activo a todo aquel que realiza ejercicios aeróbicos por lo menos tres días (no consecutivos) a la semana durante cuarenta minutos. Menos que eso es considerado sedentarismo, responsable de casi todos los problemas de salud contemporáneos. Tampoco es válido pensar que nuestro pasado de gran atleta o futbolista nos permitirá gozar de buena salud para siempre apenas con rutinas semanales. El ejercicio debe convertirse en un hábito como es bañarse, comer o dormir, pero lamentablemente solemos dejar esta necesidad para el último lugar, sin darnos cuenta de que así conspiramos contra el resto de nuestras actividades.
Anótese estos números: tres (3) días, 40 minutos diarios, 120 a 150 minutos por semana. Es un precio muy bajo en comparación a todas las enfermedades y males que podría evitar y que son causadas por el sedentarismo, al que le dedicamos los 350 días del año, 8.760 horas en total. ¿Cuál de las dos facturas prefiere pagar?
Artículo publicado en el Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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