A las abuelas siempre les ha gustado ver a los nietos bien fornidos. Mientras más cachetones y rollizos, más saludables. Hasta se ponen tristes de verlos “flacuchentos”, por eso los soquetean de comida hasta empacharlos. Y es así como muchos asocian la delgadez con anemia y falta de vitaminas y, a la gordura, con la salud y buena nutrición. Esto es muy relativo. Seguramente ha visto personas muy delgadas que tienen los niveles de azúcar, colesterol, ácido úrico por los cielos. Esto refuta la idea de que estar en forma es lo mismo que gozar de buena salud. Por otro lado, las consecuencias del sobrepeso son muy graves. La obesidad infantil no solo es problema de los gringos. México ocupa el cuarto lugar en el mundo y las predicciones para los países latinoamericanos son alarmantes. Quiere decir que, si continuamos con una dieta basada en grasas, frituras y toneladas de azúcar en forma de gaseosas y refrescos artificiales, podríamos ser parte de los 700 millones de obesos que estiman para el 2015. Para evitarlo, habrá que tener en cuenta algo fundamental: alimentación no es lo mismo que nutrición. Usted o sus hijos pueden estar "alimentándose" de chatarras, dulces y comidas que no hacen más que dañar su organismo y exponerlo a muchas enfermedades a largo plazo. Por lo tanto, tendrá que prestar más atención a la "nutrición". Puede que a usted le preocupe ver que sus hijos no comen cada vez que usted les ofrece comida. No se alarme. El organismo de los niños les pide comida en función de las energías que ellos gastan. Obsérvelos: los días en que más activos están, es cuando mejor van a comer. Es ahí donde deberá cuidar qué le ofrece. No los llene con sodas y galletas. Deles algo "nutritivo": frutas, verduras, cereales sin azúcar y lácteos, pero tampoco vaya a abusar. Para los adultos funciona igual.
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