sábado, 20 de abril de 2013

Mejor que el Mentisán y Aspirina


Ya conocemos el poderoso papel que cumple el ejercicio en la prevención de la diabetes, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares. Si eso le parece grandioso, seguramente esto lo terminará de convencer para levantarse del sofá y empezar a correr. El ejercicio físico tiene efectos directos en la prevención del cáncer. Esta enfermedad mortal viene cobrándose muchas vidas en los últimos años.
Seguramente muchos viven temerosos por casos muy cercanos o antecedentes familiares. Cada vez me convenzo más de que, en muchos de los males que tienen que ver con la salud, los responsables somos nosotros. Ya sea por malos hábitos, vicios, mala alimentación y la peligrosa quietud en la que vivimos.
Y, ¿cómo actúa el ejercicio sobre el cáncer? De sobra está decir que el sedentarismo es un gran factor de riesgo; a estas alturas ya debería ser mala palabra. El sobrepeso y la obesidad son unas de las tantas consecuencias de este, pero en el caso particular del cáncer, se ha encontrado que el exceso de peso y la obesidad producen cambios hormonales  y metabólicos que inician y promueven a la  ancirogénesis, es decir, la aparición de células cancerígenas.
Saber que el ejercicio puede reducir las probabilidades de cáncer debería provocar un cambio drástico en nuestro estilo de vida. De nada sirve vivir con el temor y rogando a los santos que nos libren de tantos males, si por otro lado seguimos aferrados a nuestro sofá, la tele, el auto y la silla de la oficina. Hay un refrán que dice: "confíe en Dios pero cierre con llave la puerta de su casa"... ¡Y haga ejercicio!.

Artículo publicado en el  Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. 

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