viernes, 25 de octubre de 2013

Mientras más 'carne', más hueso.

Siempre que pensamos en nuestros huesos lo asociamos automáticamente con el calcio. Por eso consideramos importante el consumo de lácteos y otros alimentos que aporten las cantidades necesarias. Ya en la adultez, en el embarazo o la menopausia, comienza a preocuparnos más el tema de la osteoporosis, enfermedad que produce la pérdida de masa ósea que hace nuestros huesos más débiles y más propensos a fracturas. 
Durante la pubertad es cuando se produce el mayor aumento de masa ósea, alcanzando un pico máximo hacia los 18-20 años de edad. A partir de este momento comienza una pérdida de masa ósea del 0.5 al 1% anual; en la mujer, esta pérdida se exacerba con la menopausia.

Lo que es interesante resaltar es el papel fundamental que cumple el ejercicio físico en relación a la salud de nuestros huesos. Se ha comprobado que los niños y púberes más activos presentan un pico máximo de masa ósea mayor que sus pares sedentarios, además de presentar huesos más grandes y resistentes a las fracturas. Esto se debe, en parte, a que el desarrollo de la masa muscular durante el crecimiento es proporcional al incremento de la densidad mineral ósea. Esto resalta la importancia de la actividad física desde la infancia, en la adolescencia y sobre todo después de los 20 años que comienza la pérdida, no sólo de masa ósea, sino también de músculos. Esto incide directamente en el riesgo de caídas y fracturas en la vejez, debido a la disminución de fuerza muscular y fragilidad de los huesos. La ingesta de calcio no es suficiente para mantener la salud de nuestros huesos, además de que u
n exceso de calcio podría provocar la formación de cálculos renales debido a alteraciones en su metabolismo, producto del sedentarismo. 

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