
Las clases de educación física suelen reflejar esta desmotivación y desgano. No les gusta correr; si se les propone un juego lo hacen de mala gana o solo participan los más habilidosos. Sin embargo, vemos los gimnasios repletos de adolescentes que van en busca de músculos más grandes o a las chicas con afanes de moldear sus cuerpos y sentirse más aceptadas en esta etapa tan complicada. Quizás el problema no está en la falta de energía o predisposición de los chicos, sino en la posición de los educadores que no logran generar sentidos que enganchen a los adolescentes. Correr 10 vueltas a la cancha, hacer 50 abdominales no tiene demasiado sentido cuando se trata del hacer por hacer. Pero es así como se propone la mayoría de las tareas. La adolescencia, desde un punto de vista fisiológico, es un momento de gran potencial para el desarrollo de las capacidades físicas, con el ingrediente educativo que el profesor puede incluir. Los adolescentes han sido fuertemente tomados por el mercado y este los avasalla con propaganda relacionada con la estética, el cuerpo ideal, las dietas y métodos mágicos. La clase de educación física es un espacio más de aprendizaje y estos temas deberían ser abordados por el simple hecho de formar parte de la cultura a la que se ven enfrentados.
Artículo publicado en el Diario EL SOL
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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