jueves, 20 de febrero de 2014

Cuándo empezar

Hace muchos años que está fuertemente arraigado uno de los mitos más grande en el campo del ejercicio. El prejuicio de muchos padres, entrenadores y la información difundida a través de los medios, con escasa evidencia científica, desaconsejan el entrenamiento de fuerza con pesas en la infancia y la adolescencia, apoyado en falsas teorías como aquélla que asegura que los ejercicios con peso detienen o retrasan el crecimiento de los niños y que prácticas de este tipo los exponen a diversos peligros y lesiones. A pesar de todo ello, son múltiples las evidencias científicas, avaladas por reconocidas autoridades médicas y de las ciencias del ejercicio, que indican que las actividades que comprenden ejercicios de fuerza, pueden ser seguras, efectivas y atractivas para niños y adolescentes. Durante la pubertad es cuando se produce el mayor aumento de masa ósea, alcanzando un pico máximo hacia los 18-20 años de edad. Lo que es interesante resaltar es el papel fundamental que cumple el ejercicio físico en relación a la salud de nuestros huesos. Se ha comprobado que los niños y púberes más activos presentan un pico máximo de masa ósea mayor que sus pares sedentarios, además de presentar huesos más grandes y resistentes a las fracturas. Esto se debe, en parte, a que el desarrollo de la masa muscular durante el crecimiento es proporcional al incremento de la densidad mineral ósea. Esto resalta la importancia de la actividad física desde la infancia, en la adolescencia en contraposición a aquél mito que asegura el retardo en el crecimiento.
El ritmo máximo de crecimiento de un ser humano transcurre entre los 12 y los 14 años. Durante esta etapa se producen cambios hormonales muy significativos, favorables para el incremento de la fuerza, la velocidad y otras capacidades motrices. El aumento de la masa muscular se extiende hasta los 16-20 años en las mujeres y 18-25 en los varones. Es decir, que en un período de cuatro años es necesario que los adolescentes realicen actividades estimulantes del desarrollo. Como hemos visto, el entrenamiento de la fuerza va más allá de fines estéticos. La capacidad muscular es de suma importancia para el mejoramiento de la aptitud física. El músculo es un importante órgano del cual depende gran parte de nuestra salud neuronal, hormonal y metabólica. La obesidad infantil ya es una epidemia no sólo en Estados Unidos, sino que se extiende a pasos agigantados en los países latinoamericanos. El ejercicio físico, acompañado de una adecuada alimentación, son elementos esenciales que deben formar parte de la vida de chicos y adultos. El único riesgo que ha sido indicado por estos estudios son las lesiones por mala técnica de ejecución de los ejercicios y/o el uso indiscriminado de los pesos. Esto señala la gran responsabilidad que deben afrontar los profesores e instructores de gimnasios, quiénes además de conocer los fundamentos y principios del ejercicio, deberán dedicar gran parte de tiempo a la enseñanza de los ejercicios, única forma de evitar lesiones en los practicantes. Por otra parte, debemos saber que los aparatos y las pesas no son los únicos elementos para llevar a cabo esta tarea. Actualmente muchos gimnasios cuentan con diversos materiales alternativos y ejercicios con el propio cuerpo que estimulan perfectamente el sistema músculo-esquelético. En conclusión, si el entrenamiento es adaptado y racionalmente diseñado por un profesional, niños a partir de edades capaces de entender órdenes e instrucciones, pueden y deberían entrenar la fuerza muscular. Artículo publicado en la Revista Puro Hierro Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

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