Una de las razones por las que muchos
rechazan el entrenamiento de la fuerza en las salas de aparatos es
porque consideran este tipo de
actividad algo aburrido, muy estático y poco adaptado a los gustos de los que
lo practican. De hecho, muchas de las novedosas propuestas de entrenamiento
bajo diversos nombres comerciales, han aprovechado estos argumentos para crear
formatos más divertidos, variados y funcionales. Sin embargo, esta es una
visión errada. El entrenamiento de fuerza no es ni debe ser monótono; los
monótonos son los encargados de planificarlo.
Uno de los principios del
entrenamiento es la variabilidad, esta es la necesidad de que las propuestas tanto
en la estructura como en la elección de los medios, sea diversa y siempre en
progreso, ya que los ejercicios de fuerza no solo estimulan el sistema
muscular, sino que tienen fuerte impacto a nivel neural en donde se producen
diversas adaptaciones que permiten la manifestación de la fuerza muscular. De
hecho, en las primeras cuatro a seis semanas de haber empezado un programa
correctamente diseñado, los incrementos de fuerza se deben precisamente a una
mejor coordinación del sistema neuro-muscular, quien permite que seamos capaces
de reclutar mayor cantidad de fibras musculares de forma sincronizada y así
generar mayor tensión. Esta es una de las razones por la cual los estímulos
(ejercicios) deben ser variados y cada vez más complejos, no sólo a través de
aplicación de cargas, sino de variantes que el profesor debe idear con el
objetivo de generar un estímulo no solo a nivel mecánico sino también a nivel
nervioso. El problema es que para muchos, planificar el entrenamiento consiste
en el famoso ‘’3 de 12’’
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