viernes, 15 de mayo de 2015

Cómo medir científicamente la obesidad

En el artículo anterior postulé la necesidad de actualizar las formas de clasificación y estratificación de riesgo de los pacientes obesos, ya que los usados hasta ahora, como el Indice de Masa Corporal (IMC), presentan algunas limitaciones a la luz de los avances en el estudio científico de esta patología tan compleja. En los últimos años se han presentado otros factores novedosos para determinar el panorama y tratamientos adecuados.

En primer lugar, la literatura científica ha demostrado que no todos los gordos son iguales. El obeso activo y con buena capacidad física tiene menor riesgo incluso que un delgado sedentario. Por lo tanto, independientemente al índice de masa corporal, la aptitud física es un dato pronóstico importantísimo de riesgo que hay que medir.

Segundo, no toda la grasa es igual en todo el cuerpo. La grasa profunda del abdomen es la más dañina de todas, por las  sustancias inflamatorias que libera. Entonces no basta saber el porcentaje de grasa, sino dónde se deposita. Los pliegues de la piel formados por tejido graso –los rollitos – es la grasa más benigna, por lo que una antropometría, -que mide estos pliegues- no sería suficiente. Más preciso sería usar el perímetro de cintura, o mejor aún, una tomografía computada. Por último, el músculo esquelético es un órgano importante a evaluar, ya que es el encargado de usar más del 80% de azúcar y grasa corporal. En pacientes con obesidad y personas sedentarias, la masa muscular se encuentra disminuida y el ejercicio aquí cumple un rol crucial. El IMC puede ser un dato práctico para usar, pero la aptitud física, el perímetro de cintura y la masa muscular son datos que brindan un panorama más complejo y que además guían a  decisiones terapéuticas más específicas. 

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